La expansión colonial castellana en el África atlántica
La segunda sesión de las VI Jornadas de Arqueología Española en el Exterior se celebrarán el sábado 17 de marzo de 2018 en el salón de actos del Museo Arqueológico de Asturias, a partir de las 11:30 h con la conferencia de Jorge Onrubia Pintado (Universidad de Castilla-La Mancha) quién nos hablará sobre la Arqueología de la expansión colonial castellana en el África atlántica. Las torres realengas de Santa Cruz de la Mar Pequeña y San Miguel de Asaca (1496-1526). A finales del siglo XV la Corona de Castilla decide implicarse, de manera directa, en la conquista de Gran Canaria (1483), La Palma (1493) y Tenerife (1496). Con el inicio del conflicto bélico que conduce a la anexión definitiva de estas tres islas del archipiélago canario, las únicas que aún permanecían insumisas, daba comienzo un auténtico proyecto colonial de estado que perseguía también intervenir en el vecino litoral africano. Esta iniciativa se verá favorecida por los acuerdos diplomáticos alcanzados entre Castilla y Portugal con el final de la guerra castellano-portuguesa de 1475-1480. Mediante la firma de los tratados de Alcaçovas (1479) y Tordesillas (1494), quedará consagrada la soberanía castellana sobre las islas Canarias y la Berbería de Poniente, el litoral norteafricano comprendido entre los cabos Aguer (Ghir) y Bojador.
Ante la inasumible dimensión de este reto, el proyecto colonial castellano en litoral del África atlántica frontero a Canarias no pasa, como en las islas, por una anexión militar del territorio y su repoblación. Más allá de dar cobertura a las incursiones esclavistas y a la importante actividad pesquera de la flota castellana que tienen por teatro esta zona, su fin es, por encima de todo, desplegar una intensa actividad comercial y diplomática con el objetivo de sacar provecho del tráfico caravanero que orbita en torno al ued Nun y, fundamentalmente, al importante “puerto” transahariano de Tagaos. Por eso mismo el proceso estará en esencia materializado por la construcción de torres-factoría. Aunque el proyecto inicial de la Corona contempla la erección de al menos tres fortificaciones, de ellas sólo se materializarán, al cabo, la de Santa Cruz de la Mar Pequeña (1496) y la de San Miguel de Asaca (1500). La primera estuvo activa hasta 1526, la segunda tuvo una vida efímera. En plenos trabajos de construcción del campamento fortificado de San Miguel, un inesperado ataque de tribus hostiles, que se salda con una sangrienta derrota de las tropas castellanas, da al traste con esta iniciativa. Perfectamente identificado su emplazamiento desde el siglo XIX, hubo que esperar, sin embargo, a la segunda mitad de la centuria siguiente para disponer de una descripción detallada de los restos de la torre de Santa Cruz. En la primavera de 2013, la Agencia para la Promoción y el Desarrollo Económico y Social de las Provincias del Sur del Reino de Marruecos acomete un proyecto de difusión que comporta la retirada momentánea de la arena que los sepulta casi completamente desde 2005, año en que tuvo lugar una histórica crecida del ued Auedri. Con ocasión de esta actuación, tiene lugar un reconocimiento pausado de la ruina que permite comprobar lo bien fundado de buena parte de esas observaciones, matizar algunas de las interpretaciones propuestas para los vestigios hoy visibles y avanzar, en fin y a expensas de poder acometer en el futuro trabajos arqueológicos dignos de ese nombre, nuevas hipótesis interpretativas.
Por su parte, y pese al mantenimiento de la toponimia y a contar con una detallada descripción de su emplazamiento debida a la pluma de Jerónimo Zurita, la localización de la torre de San Miguel ha tenido que esperar hasta este siglo. Su identificación y excavación parcial ha sido posible gracias a una operación de arqueología preventiva llevada a cabo en 2011 en el marco del proyecto conjunto hispano-marroquí Investigaciones arqueológicas en la región Sus-Tekna (Marruecos). Este ambicioso programa bilateral de investigación básica y arqueología aplicada al desarrollo local, ejecutado entre 1995 y 2015, ha sido financiado por los Ministerios de Cultura de ambos países. Por parte española, ha contado, también, con el patrocinio de Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (MAEC).