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La Historia del Arte ante la materia de los edificios y el sentido de los espacios

La Historia del Arte ante la materia de los edificios y el sentido de los espacios

Asociación APIAA

La segunda conferencia del viernes 27 de octubre será a las 19:00 con Gerardo Boto Varela como ponente. Se desarrollará también en el salón de actos del Museo Arqueológico de Asturias. Versará sobre La Historia del Arte ante la materia de los edificios y el sentido de los espacios.

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Como en otros momentos del pasado, la Historia del Arte tiene ante sí la oportunidad de ensanchar la base de algunos de sus principios epistemológicos y de robustecer sus procedimientos de análisis. El argumento nuclear de los estudios arqueológicos, pero también de las exploraciones químicas e históricas, radica en priorizar el estudio de la materialidad de la obra. Disciplinas como la física, la geología, la arqueometría o la topografía fijan su investigación en los soportes materiales de las imágenes y de las arquitecturas. Podría parecer que la Historia del Arte, injustamente acusada de practicar observaciones taxonómicas y epidérmicas, carece de rigor académico y de objetividad, porque a menudo examina la morfología de los edificios y de las representaciones. En distintos países de Europa, se ha reprochado a la Historia de del Arte que valore el documento sobre el monumento, o que admita argumentaciones basadas en comparaciones formalistas y en expertizaje visual. La legítima reivindicación del análisis de la materialidad arquitectónica, de su solvencia científica ha prosperado paralelamente a la injustificada simplificación de las bases conceptuales de la Historia del Arte. Sin justificación, algunos siguen tachándola hoy de discurso idealista y tipológico. Se reprocha a algunos historiadores que actúen como estetas epidérmicos, a pesar de que resulta insobornable su compromiso con el legado patrimonial de esta sociedad.

Arqueólogos e historiadores del arte se interrogan por la solvencia analítica y argumentativa de los otros en el examen de los edificios. La base de todo este conocimiento es (y debe ser siempre) inequívocamente empírica. Sin embargo, el análisis e interpretación «arqueológica» de un edificio no proporciona todas las respuestas sobre las causas eficientes -históricas e ideológicas- que motivaron esa construcción.

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Los arqueólogos priorizan el análisis del orden estratigráfico de los muros y las bóvedas, así como el conocimiento de las técnicas constructivas y sus justificaciones sociales. La Historia del Arte ha asumido estas perspectivas y considera, de modo cada vez más habitual, las particularidades geológicas de las construcciones, los morteros y los revestimientos. Por ello, se realizan estudios sobre la morfogénesis espacial de los edificios, es decir, sobre la definición de la topografía y volumetría de las sucesivas fases arquitectónicas. Además, la Historia del Arte investiga desde hace tiempo la configuración del espacio, sus modificaciones y su empleo por parte de individuos y comunidades, sea para desarrollar actividades protocolarias, rituales o cotidianas. Este examen de la diacronía arquitectónica, que analiza los edificios como organismos en permanente mutación, tanto formal como funcional, y nunca como realidades materiales conclusas y estáticas, se complementa con la investigación de la sincronía de los programas visuales.

En la circunstancia actual, en contacto con otras especialidades, la identidad disciplinar y epistemológica de la Historia del Arte puede verse reforzada. A pesar de que en las últimas décadas la tarea del historiador del arte ha sido subestimada, los trabajos histórico-artísticos pueden contribuir a incrementar ese arsenal de respuestas. Su ausencia en muchos proyectos administrativos priva a la sociedad de un conocimiento eficiente y relevante. Una aportación fundamental de la Historia del Arte radica en la capacidad para leer la semiología de espacios concretos, comprender las razones y criterios de la articulación de un recinto y de la creación de lugares en el marco de los espacios interiores. Estos son, a su vez, la razón de ser de la carcasa constructiva. La historia de la construcción -los arquitectos- puede diseccionar qué criterios se observaron y qué casuísticas intervinieron en el proceso edificatorio. Pero la construcción es sólo lo que requiere la arquitectura para proveer de recintos a sus usuarios. Por eso, examinar la materialidad arqueológica de los edificios no es suficiente para comprender el sentido de los ámbitos o las alteraciones de los usos en el seno de una catedral o una parroquia.